Hambre, pobreza y enfermedad,
el estilo de vida de los mexicanos
José Luis Carrillo Hernández.
La salud pública es un problema que tiene varias aristas, ya que son múltiples las variables y factores los que intervienen, los de orden económico, social y cultural, son determinantes en el comportamiento de la población y el estilo de vida, si es que al hambre y la pobreza se le puede llamar “Estilo de vida”, cuando más del sesenta por ciento de la población está por abajo del promedio que le permita estar fuera de ese rango y poder escoger de verdad un estilo de vida.
Sin embargo y pese a que un cuarenta por ciento si escoge un estilo de vida, la salud pública es un problema de magnitudes y necesidades extraordinarias, que no son satisfechas adecuadamente por el estado, pues éste sólo atiende la prevención como una actividad publicitaria y mediática que se pierde en el ruido de las nuevas nubes del ciberespacio y de la señal digital, medios por los cuales el nuevo y tercer orden mundial nos uniforma
Sólo lo ingenuos siguen creyendo en la seguridad social y de salud que ofrece el estado y que la constitución garantiza, no se han dando cuenta que el andamiaje del libre mercado que han impuestos los monopolios de mercancías, los mismos dueños de los mercados de capitales a los que acuden las economías vasallas o dependientes como la nuestra, compromete gravemente los recursos de la nación en perjuicio de los mexicanos, esa estructura neo liberal ya agotó toda garantía de que se hagan efectivos esos derechos, al contrario están liquidando las últimas instituciones fruto de una revolución traicionada, migajas que la “familia revolucionaria” tuvo que compartir y plasmar constitucionalmente como logros de la revolución, tras los asesinatos de Emiliano Zapata y Francisco Villa.
La población genéricamente se queja de la deficiencia de los servicios de salud del estado y sentimos una gran desconfianza de la atención médica que brinda el IMSS, el Seguro Popular y el ISSSTE, el estado se excusa, y hace responsable de la salud al mismo ciudadano, por su sedentarismo, su ingesta altísima de azúcares y harinas refinadas, de grasas y aceites saturados o requemados que en sus múltiples presentaciones ofrecen las distintas marcas en el mercado con su avasallante publicidad, cuyos sus contenidos engañosos los hacen aparecer como la alternativa más nutritiva y saludable para el consumo humano.
El niño en México pasa dos horas promedio frente a la televisión por cada una que pasa en la escuela frente a su maestro, ¿entonces, quién es su verdadera maestra? Los contenidos que ven son los violentos y de guerra, los reality show y por supuesto las telenovelas por encima de las caricaturas, es lo que dice la organización A favor de lo mejor. Sin embargo creo que lo que más perjudica es la gran cascada de comerciales de una inmensa variedad de productos de poco o nulo contenido nutricional o alimentos chatarra que las trasnacionales y sus filiales promueven por este medio, que son los educadores por excelencia de los 33 millones de niños mexicanos, que los coloca como los que más ven televisión en el mundo, ese es su estilo de vida y por lo tanto son potencialmente los que habrán de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer, ya que la obesidad ya la padecen.
Poca vialidad tiene nuestro país, mientras los problemas de la población se atienda mediáticamente y no científicamente. La salud no se consigue con una carrera 21 o 15 K, muy poca gente corre y esto no es garantía de una sana alimentación, por lo que el problema fundamental no se atiende. El mídete, nútrete y actívate no pasa de ser un simple panfleto.
El problema de la alimentación chatarra en nuestra población es que tiene también una educación chatarra impartida por escuelas y universidades con planes, diagnósticos y modelos académicos chatarras, desconectados de la realidad y las prácticas de sus educandos. Con políticos y burócratas chatarra, simuladores, ignorantes, oportunistas que sólo ven en la academia y en la técnica un medio para acceder a puestos de mando donde reciben sueldos altísimos e indignantes ante la miseria de salario mínimo que recibe el trabajador, que está muy por debajo de la cantidad que se requiere para que satisfagan un mínimo de calidad de vida: alimentación, educación, vestido, habitación, esparcimiento y salud.
Entendemos que en una economía como la nuestra donde las grandes trasnacionales y sus esbirros disque mexicanos empresarios, comerciantes y políticos, van por la misma senda de las mayores ganancias y la acumulación de capital en una asociación corrupta y delictuosa que genéricamente envenena, intoxica y enferma a la población, sin que ningún agente de esos que dicen representarnos haga algo efectivo por evitarlo o contrarrestarlo.
Sin duda la educación pudiera ser la panacea que marque la diferencia, y la nutrición debería ser un tema y objeto de estudio desde el jardín de niños hasta la educación preparatoria, de tal manera que nuestra población pueda conocer y decidir qué consumir en función del conocimiento de los contenidos nutritivos o tóxicos que el libre mercado ofrece en su casi infinito número de productos industrializados, la mayoría de los cuales son los precursores del desarrollo de las enfermedades crónico degenerativas que la gran mayoría de los mexicanos están padeciendo o potencialmente pronto habrán de padecer.
Sin embargo nadie levanta la mano, las universidades y escuelas públicas y privadas que tienen la oportunidad de introducir estos temas en sus planes de estudios, están más preocupados por servir a los dictados del Fondo Monetario Internaciona y el Banco Mundial, es decir, proveer de mano de obra calificada y barata a las empresas trnsnacionales que se establecen en la región, con una educación bofa, deshumanizada y sin sentido de cultura e identidad nacional.
Al fin y al cabo, desnutridos y enfermos les servimos más, que nutridos, sanos y conscientes.
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